viernes, 23 de noviembre de 2007

El mundo de la danza pierde a un emblemático creador


Maurice Béjart, bailarín y coreógrafo, falleció ayer en Lausana, a los 80 años, tras semanas de hospitalización. Béjart deja un hueco importante pues su figura fue una de las más revolucionarias de la danza, ámbito que revolucionó y reinventó gracias a una fuerza creativa que le convirtió en precursor y maestro.


Nació en Marsella. Su carrera experimenta un hito con la obra Symphonie pour un homme seul (1955), con el que da sus primeros pasos en su vinculación con la música concreta (concepto creado por Pierre Schaeffer basada en la creación de “objetos sonoros”, en los que se mezcla música y sonidos no musicales). Otra de sus coreografías, La consagración de la primavera (1956), es considerada su obra maestra. Fue creador del ‘Ballet de l’Etoile’ en París, más adelante ‘Ballet del Siglo XX’ en Bruselas y en la etapa final, el ‘Béjart Ballet Lausanne’.


Atrajo a muchas y excelentes estrellas como Rudolf Nureyev, Maia Plisiétskaia y Suzanne Farrell. Su aportación a la danza ha marcado un antes y un después en el concepto creativo, en el que destaca la importancia que otorgaba a la figura masculina, que realzó y llenó de energía y potencia.


Yo conocí y oí hablar por primera vez de Maurice Béjart a mi profesor de danza, Víctor Ullate, quien despertó la atención de Béjart, imagino que por la energía que desprendía el joven bailarín de Zaragoza.


Recuerdo cuando Víctor evocaba la amistad y admiración que sentía hacia él, destacando siempre la filosofía que subyace tras su trabajo, y un modo de concebir la danza que ha resultado revolucionario: en el que se desarrolla como nunca la pasión, la entrega y una mayor libertad y energía, como señas de un concepto artístico que Béjart cambió y renovó dejándonos como legado la capacidad de ir más allá de lo establecido.

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